Aunque Windows es mi sistema operativo por defecto, siempre tengo un buen Linux a mano, y varias veces al día suelo utilizarlo, ya sea en una máquina virtual, o mediante una conexión SSH a mi servidor casero. Pero Windows no ha tenido siempre lugar en mi disco duro, y es que hubo una época (de 2010 a 2020) cuando Ubuntu era mi sistema principal. Y, aunque muchos no quieran admitirlo, fue la época con el mejor entorno de escritorio visto: Unity.
Hasta 2011, Ubuntu estuvo usando GNOME Shell. Y seguro que si has visto capturas de pantalla de versiones antiguas de Ubuntu lo reconoces al instante: un escritorio minimalista, con dos barras de tareas (una en la parte superior, y otra en la inferior), y con bastantes pocas opciones de personalización. Ahora mismo, MATE sería el escritorio más parecido a este clásico GNOME.
Pero en abril de 2011, Canonical tomó la decisión de cambiar este escritorio por Unity, un escritorio nuevo, lanzado hacía apenas un año, y que daba a todo el sistema un toque mucho más moderno. Por supuesto, aunque no era una versión LTS, esta contaba con un soporte de 18 meses (el doble que ahora), por lo que decidí instalarla el día de lanzamiento. Y me encontré con el que ha sido mi escritorio favorito de Ubuntu, y con el que más tiempo he pasado.
Unity eliminaba las dos barras de tareas y colocaba una en vertical, a la izquierda de la pantalla. Esta barra de tareas hacía las funciones de Dock al mismo tiempo, y además presentaba un nuevo cajón de aplicaciones. Era lo más parecido, en aquel entonces, que podías tener a la apariencia de Mac OS X. Hasta 9 meses después de su debut, Canonical lanzó una versión ligera, Unity 2D, para los usuarios con ordenadores poco potentes.
Auge y caída de Unity
Unity tenía todas las papeletas para ganar como sistema operativo sencillo de usar, bonito y moderno. Sin embargo, la gente de Linux, por lo general, no se lleva bien con los cambios. Y poco a poco fueron naciendo muchas críticas sobre este sistema hasta que, al final, se vio obligado a abandonar el escritorio de Ubuntu.
La comunidad criticaba, sobre todo, el alto consumo de recursos en sus primeras versiones, haciendo que los ordenadores con hardware modesto fueran demasiado lentos. Y a pesar de los cambios que llevó a cabo Canonical (Unity 2D, reemplazar el gestor de ventanas Mutter por Compiz, e incluso funciones como el HUD (Head-Up Display) y el Menú Global, el daño ya estaba hecho. La comunidad de Linux había sentenciado a Unity. Y tenía que desaparecer.
Adiós y nuevo comienzo
En abril de 2017, Canonical lanzaba Ubuntu 17.10, el cual volvía a GNOME. Aunque no al GNOME Shell que todos querían, sino al que, hasta ahora, sigue siendo el escritorio por defecto de Ubuntu. Un escritorio que, si nos fijamos, es idéntico a Unity (estéticamente hablando), solo que con otro nombre diferente. Al final, Canonical se salió con la suya, y la comunidad quedó contenta.
¿Qué ha pasado con Unity entonces? Dejar de ser el escritorio por defecto de Ubuntu implica pasar a un segundo (o tercer) plano de desarrollo, ya que los recursos se limitan enormemente. La versión 8 de este escritorio, que buscaba converger las interfaces entre móvil y PC se canceló. Y, lógicamente, el desarrollo se paralizó. No fue hasta 2020 cuando un joven, Rudra B, revivió el proyecto para, en 2022, convertirse en un «flavour» oficial de Canonical: Ubuntu Unity. Y una pequeña comunidad se encarga de su desarrollo y mantenimiento, aunque con recursos muy limitados.
Aunque ahora mismo Unity7 sigue siendo totalmente funcional, el proyecto está en su peor momento. El responsable del proyecto no tiene tiempo, conocimientos ni recursos para continuar con el desarrollo. Además, se está encontrando con muchos retos técnicos que están lastrando el desarrollo. Por ejemplo, fue imposible tener a tiempo la versión 25.10 de Ubuntu Unity. La culpa es, en parte, de la poca comunidad que sigue apostando por este escritorio, ya que, aunque sigue habiendo ISOs diarias, nadie las prueba, lo que impide a los desarrolladores recoger datos y solucionar bugs. Y, por ello, el futuro de este escritorio peligra.
De momento, los planes son mantener el escritorio vivo hasta el lanzamiento de Ubuntu 26.04 LTS, en abril del año que viene. Pero, tras este lanzamiento, su futuro es muy incierto. Y es una pena que haya sido la propia comunidad de Ubuntu quien haya acabado matando uno de los proyectos más innovadores.
