El asistente de instalación de Windows ha cambiado mucho, para bien, desde sus sistemas más antiguos. Ahora mismo, cualquier usuario puede bajar una imagen ISO oficial, copiarla a un USB y arrancar el PC para instalarlo. Microsoft ha simplificado mucho su asistente, y le ha hecho muy descriptivo e intuitivo para que nadie tenga problemas. Sin embargo, hay un punto en el que siempre que instalo un Windows tengo problemas. Y la culpa es de Microsoft.
Desde el lanzamiento de Windows 10, Microsoft ha insistido mucho en que iniciemos sesión con una Cuenta Microsoft para poder aprovechar al máximo las características del sistema. En los primeros años de Windows 10, el paso era totalmente opcional, aunque poco a poco se ha ido haciendo obligatorio hasta el punto de que, ahora mismo, no podemos crear una cuenta de Windows sin Cuenta Microsoft.
Hay algunos trucos para saltarse este requisito. Por ejemplo, podemos usar un correo «no@thankyou.com» para que el asistente detecte un error y nos permite crear una cuenta sin conexión. Sin embargo, las restricciones de Windows van aún más allá.
Obligación de tener Internet, el mayor problema
Tras esta obligación, Microsoft añadió otro requisito para poder instalar Windows 11: tener que estar, sí o sí, conectado a Internet. Esto, en un principio, no debería ser un problema mayor, ya que todos tenemos Internet en casa, o un móvil para crear un punto de acceso. El problema es que, a pesar de que es obligatorio, Microsoft no facilita los drivers para hacerlo.
Con la excusa de descargar las últimas actualizaciones de seguridad, el asistente de instalación nos obliga a estar conectados, ya sea por cable o por Wi-Fi, a Internet. Pero, si el propio asistente de instalación no tiene drivers suficientes para ello, ¿qué hacemos?
Y no hablamos de problemas con el último chipset experimental de la última placa base que ha llegado al mercado. Ni siquiera de tarjetas de red de terceros que, aunque mal hecho, pueden no funcionar sin drivers originales. Hablamos de ordenadores (de sobremesa y portátiles), de hace dos o tres años, que, al intentar instalar la última ISO de Windows 11, no reconocen el hardware de red. Por tanto, se hace casi imposible instalar Windows sin Internet.
Es cierto que siempre tenemos el comando mágico «oobe/bypassnro» (el cual dejará de funcionar pronto, por cierto). Y también hay formas de crear una ISO personalizada con los drivers necesarios. Pero, Microsoft, ¿realmente es necesario complicar las cosas de esta manera?
Personalmente entiendo que Microsoft quiera que usemos una Cuenta Microsoft. Pero que nos impida instalar Windows si no hay conexión, y encima no ponga los medios necesarios para conectarnos (como controladores genéricos, igual que con las tarjetas gráficas) no tiene ningún sentido. Y, aunque los usuarios se han quejado mucho en redes, a Microsoft le da igual.
Otras molestias de la tediosa instalación
Además de las dos razones que hemos mencionado anteriormente (el requisito de Internet e iniciar sesión con una Cuenta Microsoft), el proceso de instalación de Windows 11 tiene también muchas otras molestias. Por ejemplo, cuando vamos a finalizar la instalación debemos elegir los datos que queremos compartir con Microsoft, teniendo que pasar por 5 o 6 pasos para elegir esta configuración de privacidad.
Y, además, también vertemos varias ventanas de publicidad donde nos invitará a contratar Microsoft 365, pagar Game Pass, o adquirir otros productos que, seguramente, no nos interesen.
Dongle Wi-Fi: la salida universal
Por suerte, aún hay una salida más para pasar por el estrecho aro de Microsoft. Y es que, conectando un dongle Wi-Fi, el más básico que podemos encontrar en el mercado (como este TP-Link TL-WN823N), es posible saltarnos esta restricción, ver las redes Wi-Fi al alcance, y conectarnos para poder continuar con la instalación de Windows 11.
Cuando tengamos Windows 11 instalado, podemos buscar actualizaciones en Windows Update y, automáticamente, bajará todos los drivers necesarios para nuestro PC, pudiendo desconectar el doble USB de Wi-Fi y conectarnos con la tarjeta de red del propio ordenador.