Linux lleva más de 32 años entre nosotros, aunque no ha sido hasta hace relativamente poco cuando se ha dado a conocer de forma masiva y cada vez llama más la atención de los usuarios. Este sistema operativo se diferencia de sus rivales, Windows y macOS, en que se trata de un sistema libre y de código abierto, distribuido de forma gratuita, y soportado, en gran parte, por la comunidad. Sin embargo, para un usuario que empiece en Linux, hay varios conceptos que le pueden resultar extraños. Y uno de ellos es el de «distribución». ¿Qué es eso?
Antes de entrar con las distribuciones, vamos a aclarar qué es un concepto que también suena mucho cuando se habla de Linux: GNU. GNU es un sistema operativo, de tipo Unix, desarrollado en 1983 por, entre otros, el popular defensor del software libre Richard Stallman. El nombre nace del acrónimo recursivo de «GNU’s Not Unix», y su objetivo era sustituir al núcleo de Unix, un sistema operativo de código propietario lanzado en 1969 y muy extendido en aquellos tiempos, por un núcleo alternativo (GNU Hurd) totalmente compatible con Unix, pero sin usar absolutamente nada del código utilizado por este otro sistema.
Aunque es cierto que nunca ha llegado a haber una versión definitiva del sistema GNU, el proyecto sí que ha servido para dar luz a otros proyectos. Entre ellos, a GNU/Linux, más conocido como «Linux» a secas. Con el paso del tiempo, el núcleo de Linux se ha ido distanciando cada vez más de GNU, y ya no depende de herramientas incluidas en este sistema, por lo que usar ahora mismo el término «GNU» no tiene mucho sentido.
Qué es una distro Linux
Linux no existe como sistema operativo. No podemos simplemente descargar e instalar Linux en un ordenador, ya que, aunque el núcleo (Kernel) es la parte más importante del sistema, por sí misma no tiene utilidad. Para poder convertir este Kernel en un sistema operativo totalmente funcional es necesario tener otras herramientas, y un «controlador de procesos«, que lo hagan funcional. Y esto es lo que se consigue con una distribución.
Una distribución es un sistema operativo (ahora sí) que une el núcleo (Kernel) con un inicializador y controlador de procesos, un gestor de arranque y una serie de herramientas necesarias para poder interactuar con el ordenador. La distribución es lo que bajamos, instalamos y usamos en nuestro ordenador. Y el Kernel Linux es la parte más pequeña de la misma (y está formado, en su mayor parte, por drivers).
Las distribuciones Linux están especialmente diseñadas para ofrecer unas características u otras. Algunas, por ejemplo, buscan imitar la apariencia de Windows y son sistemas muy fáciles de usar y entender. Otras, por otro lado, están pensadas para usuarios muy avanzados y requieren cierto grado de conocimientos para poder trabajar con ellas. En tercer lugar, también tenemos las distros equilibradas que buscan, por un lado, ser lo más fieles posible a la filosofía Linux mientras que, por otro lado, son sistemas relativamente sencillos de utilizar.
Diferentes distribuciones Linux
En total, se calcula que existen más de 600 distribuciones Linux en todo el mundo. Y de todas ellas, en torno a 500 tienen un desarrollo activo, recibiendo parches, mejoras y nuevas versiones. De forma independiente, el Kernel también recibe sus actualizaciones y nuevas versiones, siendo ya tarea de los responsables de las distros de actualizarlas para incluir las nuevas versiones de este núcleo.
Algunas de las distros más conocidas que podemos encontrarnos son:
- Debian. Una de las distros más puras que podemos encontrar. Y, además, es la base de muchas de las distros que podemos encontrar. Se trata de un sistema operativo muy centrado en la estabilidad, lanzando actualizaciones muy frecuentemente para garantizar el perfecto funcionamiento de los sistemas. Gracias a su rama «testing» podemos tener un sistema con actualizaciones continuas para no preocuparnos de nuevas versiones.
- Ubuntu. Esta es la distro más conocida, y una perfecta puerta de entrada al mundo de Linux. Se trata de un sistema basado en Debian, desarrollado por Canonical, que ofrece equilibrio entre usabilidad y filosofía KISS. El problema de este sistema es que, últimamente, va bastante en contra de lo que quieren los usuarios, e implementan, además de código privativo, funciones (como Snap) que no quieren los usuarios. Esto hace que muchos migren hacia otras plataformas, como Mint.
- Linux Mint. Un sistema, basado en Ubuntu, pero que cambia y elimina todos los aspectos criticados por los usuarios para ser un sistema mucho más creado por y para la comunidad. Se trata de un sistema muy rápido y ligero, mucho más fiel a lo que era Ubuntu antes, con tres escritorios diferentes para elegir el que más nos guste.
- Arch Linux. Una de las mejores y más fieles a la filosofía Linux. Eso sí, se trata de un sistema tan minimalista que le convierte en uno de los más complicados de usar, e incluso de instalar. Es necesario tener muchos conocimientos dentro de este ecosistema si vamos a apostar por él. Pero, si conseguimos ponerlo en marcha e instalarlo, tendremos uno de los mejores Linux que podemos instalar.
- Manjaro. Es una distro, basada en Arch Linux, pero centrada en facilitar la usabilidad y ser mucho más accesible para todos los usuarios, tanto a la hora de ponerla en marcha como para configurarla y usarla a diario. Una excelente opción para todos los que buscan tener lo mejor de lo mejor, pero sin complicarse.
- Android. Igual un poco cogido con pinzas, debido a los cambios que introduce Google en su sistema, Android también utiliza el Kernel Linux como base. Eso sí, Google ha hecho tantos cambios en el núcleo que, casi, ni siquiera podría considerarse Linux.
Muchas distros, además, tienen ediciones «Server», como Debian Server o Ubuntu Server. Estas ediciones están especialmente pensadas para usuarios que van a montar un servidor (en una empresa) o un NAS (en casa) y son versiones mucho más reducidas de las estándar. No tienen escritorio, y su configuración se debe realizar vía comandos. Eso sí, si queremos, podemos instalar el escritorio que queramos y usarla como una versión más del Linux que escojamos.
Como resumen, por un lado, tenemos a Unix, un sistema propietario muy usado en los años 70. Stallman, junto con la FSS, creó una alternativa compatible y libre, GNU, la cual se usó de base para la creación de Linux. Y, para que Linux sea algo utilizable, es necesario convertirlo en una distribución.
Así tenemos el desarrollo del Kernel, centrado en corregir errores, vulnerabilidades y mejorar la compatibilidad con el hardware moderno, y por otro el desarrollo de las distros, centrado en incluir nuevas herramientas, nuevos programas y encargarse de que todo funcione a la perfección. Incluso algunas distros (como Ubuntu) utilizan versiones propias, y modificadas, del Kernel Linux original.
Ventajas e inconvenientes
No cabe duda alguna de que Windows de Microsoft es el sistema operativo más extendido y usado en los equipos de sobremesa. Sin embargo, son muchos los usuarios en todo el globo que se decantan por descargar e instalar alguna distribución Linux para sus equipos y descartar ese software comercial. Una de las principales ventajas que nos ofrecen estas distribuciones es que no tendremos que pagar un solo euro por la mayoría de ellas.
Al margen de ello, nos permiten tener mucho más control sobre el propio software, algo especialmente interesante para los usuarios avanzados de tecnología, que prefieren controlar al máximo su ordenador. Además, encontramos algunas interesantes distribuciones que nos permiten dar una segunda vida a nuestro equipo, algo imposible en Windows. De ahí que cada vez sean más los usuarios que den una oportunidad a estas distros, sea cual sea su naturaleza.
Pero no todo es luz. Dentro del ecosistema de Linux también hay muchas sombras. Por ejemplo, una de las principales es que muchos de los programas que usamos en Windows no están disponibles para Linux. Aunque sí hay alternativas, programas como Photoshop, Lightroom, VMware Workstation u Office no están disponibles para este sistema operativo libre. Lo mismo ocurre con juegos, que, aunque podemos usar Steam, muchos títulos no funcionan (o no lo hacen bien) en Linux.
Además, aunque Linux no es precisamente complicado, sí es más difícil de usar y configurar que Windows, y eso genera un miedo que muchos usuarios no quieren asumir.