En la actualidad tenemos a nuestra disposición multitud de herramientas tanto profesionales como enfocadas hacia un uso más doméstico que nos sirven para abrir, editar o convertir fotografías en todo tipo de formatos.
En los diferentes dispositivos que nos sirven para llevar a cabo fotografías digitales podemos encontrar un buen número de formatos por los que decantarnos, aunque cada uno de ellos cuenta con una serie de características que lo convierten en más o menos adecuado, dependiendo del proyecto o el uso que vayamos a hacer de la nueva imagen o de las necesidades que tengamos en cada caso.
Por lo tanto en las próximas líneas os vamos a hablar de las principales diferencias existentes entre algunos de los formatos de imágenes que más se usan hoy día. Esto nos podrá ser de gran ayuda a la hora de elegir entre un tipo otro, todo dependerá del uso final que tengamos pensado darle a esa imagen en concreto y así podremos tener una idea más exacta del que nos puede resultar más interesante. Y es que hay que tener en cuenta que estos elementos suelen usarse para muchos propósitos, desde proyectos profesionales, trabajos de estudiante o diseño web. Además es conveniente saber cuál es el formato más adecuado para la conversión, el transporte o el envío a través de Internet.
TIFF
En un principio el formato de imágenes conocido como TIFF fue diseñado para guardar imágenes en alta resolución, por lo tanto de buena calidad. Quizá la principal característica de este tipo es que, al contrario de lo que ocurre en otros casos que veremos a continuación, como el JPEG, aquí no tendremos pérdida de píxeles. Con esto decimos que por muchas veces que abramos, cerremos, o volvamos a guardar el documento fotográfico con el que estamos trabajando, este permanece inalterable. Por otro lado también ofrece la importante ventaja, especialmente para los usuarios más experimentados, de que este formato permite ser manipulado y almacenado por capas, lo que facilita ostensiblemente su uso para los profesionales.
Por todo ello este es un formato que se suele utilizar para llevar a cabo montajes fotográficos y proyectos que requieran alta calidad en las imágenes y donde no importe demasiado el espacio que ocupen.
RAW
El nombre de este extendido formato podría traducirse del inglés como “en bruto” o “en crudo”, y su principal característica es que este es un tipo de fichero que almacena toda la información que el sensor del dispositivo con el que hayamos hecho la fotografía haya capturado. Por regla general si trabajamos con otros formatos de menor calidad, cuando realizamos la captura, lo habitual es que tan solo se almacene aquella información de la misma que resulte interesante para nuestros ojos, es decir, para su correcta visualización. Por lo tanto al «quedarse» con todos los datos, RAW ofrece una calidad muy superior a otras alternativas. Aunque eso sí, su tamaño puede ser entre 5 y 10 veces superior a lo que estamos habituados en otros casos.
Una de sus principales desventajas es que las imágenes en RAW no pueden abrirse con cualquier programa de edición fotográfica, uno de los más adecuados para estas tareas es Adobe Lightroom.
JPEG
En este caso nos encontramos ante una de las opciones más extendidas y utilizadas, sobre todo en los entornos web. Hablamos del JPEG, formato fotográfico que en su momento se creó ante la necesidad de los usuarios de trabajar con ficheros fotográficos comprimidos y de ese modo facilitar su transporte, algo a lo que se ha sacado una gran provecho a la hora de optimizar su carga en las páginas web. Su éxito viene dado principalmente porque los portales de Internet, por regla general, precisan de imágenes no demasiado pesadas para que la carga de las páginas sea lo más rápida y fluida posible.
Esto se logra con JPEG gracias al algoritmo interno que utiliza, ya que cuando almacenamos una imagen en este formato, el programa que utilizamos hace un rastreo de cada línea de píxeles y si, por ejemplo, encuentra en una línea dos píxeles contiguos muy parecidos en su colorimetría, decide cuál guardar y cuál no.
De este modo se ahorran mucho datos, lo que afecta directamente al tamaño en disco de la imagen, aunque también presenta ciertos inconvenientes, y es que también afecta directamente a algo tan importante como la calidad final de la imagen. También es cierto que cuando guardamos una fotografía en JPEG, en la mayoría de las ocasiones podremos personalizar su calidad, que lo que en realidad hacemos es especificar el nivel de sustitución deseado, cuanto más bajo, menor será la calidad de la fotografía y descenderá el espacio que ocupe en disco.
GIF
Uno de los apartados más importantes que resume las características del formato GIF, es que está compuesto de un mapa de bits de hasta 256 colores y 8 bits, lo que significa que estas imágenes tan solo podrán estar compuestas por un máximo de 256 tonalidades de color diferentes. Evidentemente esto es algo que limita en gran medida el realismo y la calidad de las fotografías resultantes. A pesar de todo podremos obtener imágenes con una calidad aceptable si hacemos una buena utilización de las mismas optimizando la colorimetría y compresión, aunque siempre será complicado evitar cierto granulado en la fotos finales.
Como muchos ya sabréis y debido a su poco «peso», los GIF son muy utilizados para realizar animaciones, ya que este formato en concreto puede incluir diferentes pantallas en un mismo fichero para crear el efecto de movimiento deseado. También se usa mucho a la hora de realizar transparencias, ya que podremos asignar la función de transparencia a uno de los 256 píxeles mencionados con anterioridad.
PNG
Para terminar os hablaremos de PNG, un formato que debido a sus principales características se podría decir que es comparable en cuanto a prestaciones y uso a JPEG y GIF. Esto se debe entre otras cosas a que, al igual que en el caso anterior, este también dispone de un mapa de bits, aunque en este es algo mejor, ya que puede alcanzar hasta los 24 bits de profundidad de color por los 8 bits del GIF. Por otro lado merece la pena destacar que aunque admite ciertos niveles de compresión, apenas sufre pérdida de datos tras la misma. Así se logra evitar en gran medida la pixelación de las imágenes, por lo que este es un formato que en muchas ocasiones es usa para la creación de logos, iconos, tipografías o gráficos vectoriales.