Windows 10 es el nuevo sistema operativo de Microsoft. Desde su lanzamiento, hace ya más de 6 meses, Microsoft ha estado intentando por todos los medios posibles que el mayor número de usuarios instale la actualización. Para ello, además de ofrecer durante los primeros 12 meses de vida una actualización gratuita de las licencias de Windows 7 y 8, también ha estado llevando a cabo campañas agresivas contra los usuarios de las versiones anteriores con el fin de dar a conocer el nuevo sistema y conseguir que el mayor número de usuarios posible actualice a la nueva versión, en ocasiones, incluso sin dar oportunidad a volver atrás.
Actualizar un sistema operativo completo manteniendo todas las aplicaciones y configuraciones es muy complicado y, aunque la compañía ha hecho todo lo posible por optimizar este proceso y hacer que todos los usuarios puedan actualizar sin complicaciones en un proceso prácticamente desatendido (no todos los usuarios saben formatear e instalar un sistema desde cero, ni pueden permitirse las tarifas de las tiendas de informática), la herencia de aplicaciones y configuraciones son las principales causas por las que este nuevo sistema operativo falla.
A diferencia de lo que ocurre con Mac OS X, Windows debe adaptarse a un gran número de componentes de hardware diferentes, así como instalar y depender de controladores de terceros para su correcto funcionamiento. Igualmente, cada aplicación que se instala en el sistema realiza una serie de cambios en el registro y en la configuración del sistema, a los que además hay que sumar todos los cambios que haya realizado el usuario desde el momento en que se instaló el sistema por primera vez. Es muy complicado hacer que un sistema se adapte perfectamente a todas estas variables y pueda garantizar tanto una estabilidad como un rendimiento del 100%, por lo que la compañía solo tenía dos opciones: aplicar una configuración por defecto a Windows 10 y borrar todas las aplicaciones instaladas (lo que hubiera supuesto muchas quejas y críticas), o hacer que el sistema operativo se adapte lo mejor posible a todas las configuraciones, pero no garantizando una perfecta compatibilidad y estabilidad al 100%.
Obviamente, la primera opción no es viable, por lo que se adoptó la segunda. El proceso de actualización de Windows 7/8 a Windows 10 es un proceso prácticamente automático y se mantienen tanto todos los datos del usuario como todas las configuraciones y todos los programas, sin embargo, muchos de estos funcionan a muy bajo nivel (por ejemplo, los antivirus) y, al realizar un cambio tan drástico, la aplicación deja de funcionar en el mejor de los casos, pudiendo hacer incluso que el sistema no arranque en el peor de ellos.
Por todo ello, los usuarios que tengan problemas con Windows 10 y que hayan realizado una actualización desde las versiones anteriores del sistema operativo, si quieren acabar con estos problemas y poder aprovechar al máximo este nuevo sistema, lo más recomendable es que realicen un formateo completo del equipo y reinstalen Windows 10 desde cero. De esta manera, el sistema operativo funcionará sin problemas, aunque no debemos olvidar que no es perfecto.
Windows 10 puede funcionar bien, pero está lejos de ser perfecto
Como hemos dicho, Windows 10 es un buen sistema operativo y funciona bastante bien cuando se instala de cero y con las configuraciones por defecto. Además, incluye una serie de novedades y nuevas medidas de seguridad de manera que esté preparado tanto para las nuevas tecnologías como para las nuevas amenazas informáticas con las que nos podemos encontrar en el día a día. Sin embargo, no está libre de problemas.
Volviendo a lo que ya hemos dicho, Windows debe adaptarse a un gran número de configuraciones diferentes y funcionar con muchas aplicaciones, aplicaciones que, en muchos casos, trabajan a muy bajo nivel (como es el caso de los antivirus y aplicaciones de limpieza, por ejemplo). Todos los cambios que se realizan con el paso de los días se van acumulando, hasta que, por unas razones u otras, nos encontramos con problemas.
Algunos de los fallos más habituales (y por suerte, menos graves) entre los usuarios de Windows 10 son:
- Fallos al instalar actualizaciones acumulativas.
- Errores del menú inicio, centro de notificaciones y Cortana.
- Problemas con las Modern Apps.
Aplicaciones maliciosas, aplicaciones que hacen más cambios de los que deberían y problemas involuntarios que suelen llegar directamente de la mano de Microsoft hacen que, con el tiempo, los sistemas operativos fallan. No debemos tener en mente nunca que un sistema operativo es para siempre, ya que, al igual que todo, necesita un mantenimiento y un cuidado, especialmente en estos tiempos donde todo está conectado a Internet, un lugar lleno de peligros y amenazas.
Por último, recomendamos una vez más a los usuarios con problemas que, si tienen oportunidad, realicen una instalación limpia de Windows 10 si quieren probar de verdad el sistema. En caso de actualizar y tener problemas, lo mejor es volver a la versión anterior de Windows, que para ello ha creado Microsoft dicha opción.
¿Has instalado Windows 10 desde cero o actualizado desde una versión anterior? ¿Cuál es tu experiencia con él?