La semana pasada, una actualización del popular navegador Firefox hizo que todos los usuarios que utilizaran el navegador de Mozilla, de repente, no pudieran conectarse a Internet. Concretamente fueron las actualizaciones 95.02 y 96 de este navegador, actualizaciones que introducían algunos cambios en la compatibilidad con HTTP3. Los problemas no duraron demasiado, pero sí sumieron en el caos a millones de usuarios en todo el mundo que, lo que menos podían imaginar, es que el problema se iba a encontrar en su propio navegador. Desde el 13 de enero todo debería funcionar con total normalidad, pero ¿podríamos ver problemas similares algún día en Google Chrome?
Es raro encontrarnos con un error de tal magnitud hoy en día en cualquier navegador. Principalmente porque las actualizaciones, antes de llegar a los usuarios, pasan por dos versiones diferentes, la Nightly, más inestable (y que esa sí que puede dar muchos problemas), y la Beta, más cercana a la estable que, salvo casos puntuales, no debería fallar. Si este problema con el HTTP/3 hubiera ocurrido, por ejemplo, en la rama Nightly, sería lo más normal. Incluso podría haber ocurrido en la versión Beta del navegador. Pero llegar a la versión estable no es que sea extraño, es que es preocupante.
Google suele tener mucho más control sobre cada una de las versiones de su navegador Chrome. Su desarrollo se basa igualmente en distintas versiones: la Canary (más inestable, y propensa a fallar) y la Beta (un paso más cerca de la versión final).
Es cierto que el HTTP/3 (o QUIC, como lo conoceremos en Chrome) aún está en una fase bastante temprana de su desarrollo, y aun Chrome es compatible con este protocolo, aún está lejos de venir activado por defecto en el navegador de Google. Y este fue el error de Mozilla.
Pero ¿podría fallar?
Google Chrome podría fallar como cualquier otro programa
Aunque HTTP3/QUIC esté lejos de activarse por defecto en Google Chrome, aún hay muchas funciones y características por las que podría fallar el navegador. Por ejemplo, sin ir más lejos, podemos encontrarnos con que una actualización introduce un problema con el proxy del navegador, y bloquea todas las conexiones. O puede aparecer algún error a la hora de activar y usar los protocolos DNS seguros, como el DoH, que poco a poco se van estandarizando. O, simplemente, un error en una de las librerías HTTP podrían dejar al navegador totalmente sin conexión.
De todas formas, recordamos que es complicado que esto ocurra. Es complicado que pase en Firefox (aunque ha pasado), pero es mucho más complicado que ocurra un error en Google Chrome. Como indicamos, Google suele tener mucho más control sobre las actualizaciones que lanza para su navegador. Y es que, un problema de la envergadura del de Firefox podría ser catastrófico a nivel mundial, ya que, como sabremos, el navegador de Google abarca un mercado del 63%, mientras que el de Mozilla tan solo copa el 3%.
Además, gracias a la telemetría, Google podría modificar cualquier parámetro de forma remota (parecido a como lo ha hecho Mozilla con Firefox). Así el problema se solucionaría automáticamente y el impacto sería el menor posible.