La tentación de abandonar Windows por un nuevo sistema operativo gratuito, flexible y profundo como Linux puede ser una opción en tu cabeza. Especialmente si te desesperan los grandes defectos de Windows 11, como sus actualizaciones desastrosas de 24H2. Explorar y conocer nuevos caminos nunca debería ser una carga, sino una oportunidad de crecer en todos los sentidos.
Eso sí, no todo es color de rosa cuando se exploran nuevas vías. A veces, es bueno tener un amarre de seguridad para posibles accidentes. En este caso, en lugar de reemplazar Windows a la primera de cambio, puedes considerar la posibilidad de crear un sistema de arranque dual o una máquina virtual. Ambas opciones pueden jugar a tu favor sin llegar a comprometer tu sistema. De esa manera, podrás ver las virtudes de tu nuevo sistema operativo sin perder tu «hogar» de vista.
Muchos usuarios se sienten atraídos por sistemas alternativos como Linux, basándose en la flexibilidad, seguridad y personalización de la que hace gala. Sin embargo, el hecho de mantener Windows en tu equipo puede ser muy útil para:
- Compatibilidad de algunas aplicaciones y juegos, pues suelen funcionar mejor en Windows.
- Familiaridad: Windows sigue siendo el SO más utilizado, por lo que su interfaz es casi una extensión de nuestros sentidos.
- Respaldo: tener Windows en un par de clics puede ser muy útil en caso de que necesites acceder a programas que no tienen compatibilidad con Linux.
Arranque dual
En lugar de eliminar Windows por completo, puedes utilizar el método de arranque dual, o dual boot. Esto te permite tener tanto Windows como Linux instalados en tu PC, y tú elegirás cuál usar al iniciar el equipo. Si puedes dedicar recursos por completo a ambos sin que la potencia de tu equipo se resienta, y no te importa reiniciar el PC para hacer un cambio de uno a otro, esta puede ser tu solución.
Para configurar el arranque dual, tendrás que tener en cuenta ciertos factores, comenzando por hacer una copia de seguridad de tus datos importantes. Deberás disponer de una media de 20 GB extra para la instalación de Linux. Así que lo siguiente es que descargues la imagen ISO de la distribución que tengas en mente y crees un USB de arranque con ella. Luego inicia el ordenador desde la BIOS/UEFI y cambia el orden para iniciar el PC desde el USB. Por último, solo tendrás que seguir el asistente de instalación de Linux y, de manera imprescindible seleccionar «Instalar junto a Windows«. Completa la instalación y, al reiniciar, podrás elegir entre Windows y Linux desde el menú de inicio.
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Máquina virtual
Una máquina virtual nos permite ejecutar Linux (u otro SO) dentro de nuestro Windows. Esta opción es ideal si quieres explorar el nuevo sistema operativo sin que modifiques tu sistema principal. Además, otro de los principales beneficios es que puedes acceder a ambos a la vez, pues el virtual se ejecutará dentro de Windows.
Una de las herramientas más destacadas en este campo es VirtualBox. En este caso, descárgalo desde su página oficial e instálalo. Así, podrás crear una nueva máquina seleccionando la imagen ISO del sistema operativo que quieras. Asigna la memoria RAM y el disco duro virtual y arranca la máquina virtual. Una vez que hayas llevado a cabo la instalación por completo, tendrás un «nuevo PC» dentro de tu equipo. Y recuerda, los datos que modifiques en la máquina virtual no tendrán repercusión dentro de tu Windows.